Es un hecho común a todas las religiones la existencia de paraíso e infierno. Es evidente que el paraíso queda como premio para todos aquellas personas que han cumplido con el dogma y los preceptos de su religión y el infierno será el castigo de todo aquel que no cumpla con dichos preceptos de comportamiento.
Si echamos un vistazo a la historia de las religiones, desde las culturas más remotas hasta las más actuales, se ha concebido el concepto de universo como un espacio con tres niveles básicos:
- Un cielo. Lugar de dioses y también para aquellos que en vida fueron honestos con los distintos preceptos de su religión. Es aquí también, donde está el paraíso. Nótese, por cierto, el condicionante dogmático de las religiones: solo los buenos y los justos entrarán al reino del Señor, para muchos antropólogos el creer o no creer en un dios, no es cuestión de fe, sino de miedo. Muchos creen solo por ir al paraíso el día después de su muerte.
- Un mundo. Como lugar intermedio y de tránsito. Un contexto físico en el que tenemos plena consciencia y desde el que realizamos todos nuestros actos, buenos y malos. Un mundo donde tiene cabida lo humano y también otras entidades espirituales que no han podido transigir a su destino natural. Junto con el plano de lo real, tendríamos en este contexto lo que algunos llaman
- Un infierno. Donde van las personas que no cumplen con los preceptos religiosos. No necesariamente quien mata tiene que terminar en este lugar, ya que, por ejemplo, los Cruzados de la Edad Media mataban en el nombre del Santísimo y morían con la convicción de ir al paraíso; de igual modo ocurre con el actual fundamentalismo islámico. Volviendo al tema, este es un lugar abrasador, con olor a azufre (según la Biblia) y habitado por demonios y por aquellas almas que en su día no cumplieron con los manatos de su dios, donde recibirán eternos tormentos.
Atendiendo a lo anterior, en Grecia, por ejemplo, existía el Olimpo, como lugar de todos los dioses, la tierra, como espacio humano y el Monte Tártaro, lugar de sufrimiento eterno para aquellos que despertaron la cólera de Zeus.
En el islamismo, ocurre de igual manera. Existe un jahannam, donde terminarán aquellos que no fueron fieles al dios coránico, también es un lugar de fuego, tormento y sufrimientos, muy similar al infierno cristiano. Sin embargo, en estar religión, tanto en el infierno como en el cielo (jannha, o jardín) existen varios niveles y las almas reposarán en uno u otro nivel, en función de las acciones desempeñadas en la vida. Para según qué épocas y según que interpretaciones, el cielo islámico fue un harem, donde hermosas mujeres esperaban a los caídos en combate por la defensa del Islam. Una vinculación carnal, más allá de la propia existencia física del hombre, que no asume el concepto de paraíso cristiano.
Los judíos, también cuentan con Gehna (Ge Hinnom, olo que es lo mismo, Valle de Hinón), un lugar donde no existe el tormento, sino que se habla de un espacio de purificación, donde el condenado puede permanecer un tiempo para pensar y meditar sobre su comportamiento y al cabo del tiempo poder arrepentirse para aspirar a su ascensión al lado del Creador. Es curioso, porque el concepto de “arrepentimiento”, la religión cristiana, también lo asume pero siempre en vida, lo importante para los católicos, será un arrepentimiento sincero, en vida, no después de muertos.
Como vemos siempre se establece un lugar de bondad (el cielo con los dioses y el paraíso) y un lugar de maldad (infierno-demonios) y entre ambos contextos el lugar por donde nos movemos.
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