“Ulises, (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que sólo él se hallaba a salvo. Fugazmente, vio primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos. Creía que todo era parte de la melodía que fluía sorda en torno de él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; las sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya no supo más acerca de ellas.
Y ellas, más hermosas que nunca, se estiraban, se contorneaban. Desplegaban sus húmedas cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan sólo querían atrapar por un momento más el fulgor de los grandes ojos de Ulises.
Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían desaparecido aquel día. Pero ellas permanecieron y Ulises escapó.”
Op. Cit.en “El silencio de las sirenas”, Franz Kafka
Temidas y deseadas, las sirenas, según la mitología clásica, eran seres femeninos de extremada belleza y hermosos cantos, mediante los cuales atraían a los marineros, hacían encallar sus barcos y los devoraban sin compasión alguna.
En realidad, los orígenes de estos fabulosos seres no están demasiado claros. En un principio, eran seres híbridos, mitad mujer, mitad ave. Posteriormente evolucionan hacia una representación más clásica y conocida: la mitad inferior de su cuerpo como pez, la mitad superior como hermosa mujer. En antiguas tradiciones aún se pueden contemplar representaciones artísticas en las que aparecen como aves con rostro y torso de mujer, ello quizá a la asociación de las aves con el canto, posiblemente para imaginerías anteriores a Grecia, se piensa que estos seres estaban vinculados con la muerte, al representar espíritus alados que abocan a quienes escuchan sus melodías a la tragedia y a la muerte.
Es ya en época helenística clásica cuando se empiezan a identificarse con las náyades, caracterizadas por su belleza y por sus armoniosos cantos que tienen un efecto hipnótico en quien las escuchaba. Su número es impreciso, hasta el momento hay un número de nueve sirenas identificadas a través de distintos textos:
- Agláope (la de hermoso rostro)
- Telxiepia (la de voz armoniosa)
- Telxínoe (la que deleita al corazón)
- Pisínoe (la que persuade)
- Parténope (aroma a doncella)
- Leucosia (ser puro)
- Molpe (la musa)
- Radne (mejoramiento)
- Teles (la perfecta)
Orígenes del mito de las Sirenas
Los orígenes mitológicos de estos seres no están claros. Existen distintas versiones que vinculan su nacimiento a distintos episodios míticos. Para Ovidio, por ejemplo, al principio eran ninfas amigas de Perséfone (diosa del mundo subterráneo, raptada por Hades) y cuando fue raptada, la madre de Perséfone, la propia Demeter, las condenó a vivir postradas, sin pies, en el océano por no defender a su hija Perséfone ante el rapto de Hades.
Otras versiones aseguran que fueron hermosas ninfas que quisieron competir en belleza con la propia Venus y esta, despechada las convirtió en mitad pez y mitad mujer.
Sea como fuere, nuevamente una figura femenina vuelve a representar y a reencarnar el mal, la perversión y la perdición de los hombres, en este caso de los marinos. Es, curiosamente algo muy común en todas las grandes culturas colonizadoras occidentales desde Grecia hasta Roma y más tarde el propio cristianismo asumirá el roll de fatalidad, perdición y pecado que encarna la mujer a lo largo de la historia. No olvidemos que, la primera mujer de Adán para muchos fue Lilith, la que no se sometió y terminó siendo considerada como un demonio, una figura, de nuevo, hermosa, sensual y vinculada con la sexualidad, la atracción e incluso el canibalismo sobre sus víctimas. Hecho que contrasta con otro tipo de cosmogonías, minoritarias y vinculadas con la naturaleza, paganas de eminente naturaleza matriarcal.
Muchos antropólogos e historiadores han visto cierto paralelismo con determinadas deidades sumerias y asirias que guardan (o en el caso de la mitología griega, invitan) las Puertas de la Muerte, emparentadas, así, las sirenas a figuras como Escila o Caribdis, las cuales aparecen en textos homéricos precisamente como guardianas de la puerta de la muerte.
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