Los vampiros, el concepto que reencarna la figura que Bram Stoker inmortalizara en 1897 con su novela y, casi un siglo más tarde con la elaboración de la película homónima, tiene una tradición mucho más profunda de lo que muchos pueden llegar a imaginar. La novela, adscrita al género romántico y gótico, sirve como pretexto para describir una vorágine de sexualidad, inmigración y folclore. El escritor no inventó el género. Se dice incluso que el autor se basó en los testimonios de un historiador húngaro y distintas historias folclóricas para la elaboración y el desarrollo de la vida de Vlad Dráculea.
Lo cierto es que ya desde escritos que se remontan a los primeros tiempos del cristianismo, se hace constante referencia a la existencia de personas o seres que se alimentan de sangre humana. De hecho, este es un tema recurrente en múltiples culturas y religiones, cada uno con sus particularidades. En este artículo esbozaremos algunas líneas generales en cuanto al vampirismo, ya descrito, dentro de la tradición judeo-cristiana.
Algunos estudiosos consideran a la enigmática Lilith como el primer vampiro de historia, aunque para la mayoría de los expertos en demonología, Lilith es considerada como un demonio, de hecho muchos vampiros, aún tamizados por el folclore popular europeo, no han perdido la condición de demonios o de seres expulsados por Dios y caídos en desgracias. También hay quien asocia a personajes como Judas o Caín con algunas reminiscencias vampíricas.
Los Vampiros y la religión
Sea como sea, y ello nos dará una idea de la tradición de esta figura, se pueden encontrar múltiples pasajes en la biblia y en textos rabínicos donde se hacen claras alusiones a aquellos malditos por el Señor, que beben sangre humana. De este modo podemos, a modo de ejemplo citar los siguientes fragmentos:
Solamente que te mantengas firme en no comer sangre; porque la sangre es vida y no comerás la vida juntamente con su carne
Deuteronomio 12.23
Son muchos los fragmentos de la Biblia donde se nos dice y se nos menciona el peligro de beber la sangre y sin embargo será la sangre de Dios las que sus apóstoles, de manera metafórica, tomen en la última cena, junto con su carne.
Como se puede ver es un hecho antiquísimo, incluso antes de la existencia del cristianismo, el tomar sangre y comer carne de otra persona, quizá hasta da cierta noción de canibalismo que se solía producir en determinados ritos y ceremonias religiosas en épocas romanas. Nuevamente el cristianismo lo asume y lo transforma.
Con el paso del tiempo, el folclore y las modas hacen que la figura de este ser, en esencia demoniaco y no muerto, tome un cariz mucho más afín a la mentalidad de nuestros días y a determinados estándares asumidos por todos hoy día, por ejemplo el temor a la cruz, el agua bendita, incluso la Biblia como elementos que pueden vencer y derrotar a los vampiros
Pero como se ha visto, existe, aunque sea de manera muy difuminada y poco conocida, una tradición más profunda y menos folclórica en cuanto a estos seres que se alimentaban de sangre y de carne humana, testigo de ello es, como hemos señalado, distintos pasajes del Libro Santo.
En la obra de Stoker; se mezcla el misticismo con el miedo atávico a lo desconocido de clases humildes y viejas historias rurales. Se conservan, por ejemplo, múltiples testimonios por todo el mundo de personas que, una vez enterradas, comenzaron a gritar y a arañar el ataúd, o personas que transcurridos los años, a la hora de la exhumación de sus restos aparecieron contorsionados o con síntomas de querer escapar; ello para la mente de alguien del Siglo XIX puede significar que el muerto ha resucitado o que es un vampiro, o incluso que en vida fue una bruja y que pactó con el diablo el retorno a esta realidad; sin embargo para nosotros puede ser un fenómeno conocido como catalepsia, se dice que el inicio de la leyenda del personaje de Stoker, que no muerto que regreso a la vida, tiene su génesis en un capítulo de catalepsia en un cementerio perdido de alguna perdida región de Rumania.
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